“En una barra encontré quien quería ser” Ludovico De Biaggi

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  1. ¿Cuándo te diste cuenta que querías ser bartender? 

¡De muy chico!  

Vengo de una familia enfocada en la gastronomía. Mi madre es la creadora de Gran Bar Danzón y cuando era chico (13 años), Inés de los Santos era la jefa de barra. Ella daba cursos de coctelería los sábados a la tarde, y yo, que no tenía muchos amigos y no me gustaban los deportes, le pedí a mi madre si podía hacer el curso porque me llamaba mucho la atención. 

Lo hice y ¡me enamoré! (Sin tomar alcohol)

  1. ¿Hubo algún bartender u otra figura que te motivó? 

Inés de los Santos, Pablo Pignatta, Tato Giovannoni, Gastón Arieu, entre otros.

  1. ¿Qué le dirías a un bartender que recién comienza su carrera? 

Que estudie, se informe y desarrolle su paladar. 

Menos foto de Instagram y más conocimiento de producto y de sabores.

  1. ¿Qué crees que es lo que te permitió estar acá hoy? 

El hambre por ser mejor.

Buscar crecer personal y profesionalmente. Ser curioso, muy curioso.

  1. ¿Cuáles son las mayores enseñanzas que te dejó esta profesión?

Que las cosas llevan tiempo.

Que armar equipos de trabajo es más difícil de lo que parece. 

Que es más importante la experiencia como un todo y no solo que un cóctel esté rico.

  1. ¿Qué es lo que te inspira a la hora de crear? 

Creo que todo, la literatura, el cine, el arte. 

También me inspira el tratar de llevar sabores tradicionalmente de la cocina a la coctelería. 

  1. Como cliente, ¿qué es lo que te hace elegir un bar? 

Que el bar sea coherente con su concepto. Por ejemplo, si es un Speakeasy que los Bartenders estén lookeados y los cócteles tengan que ver con la época. 

Si es un bar Tiki, que los cocktails sean tropicales y la música sea correcta. Si vas a una cervecería, que la birra esté fría. 

  1. ¿Qué crees que hace que un bar se destaque del resto?

La suma de los factores, todo bar puede ser un gran bar si es coherente con su concepto. Se pueden hacer cosas simples pero bien hechas, ¡la calidad del producto es todo!

  1. Fuera de la coctelería, ¿cuáles son tus hobbies? 

Mi cable a tierra es el entrenamiento. 

También leer, salir a bailar, escuchar música y hago la disciplina de tiro práctico

  1. ¿Cuáles crees que son los mayores desafíos de ser bartender en la actualidad? 

Vivimos en un país difícil. Hay mucho talento pero la realidad tiende a abrumarnos. Resulta complicado ser creativo cuando todos los meses tenés que cambiar precios y estar encima de los costos de todo.

  1. ¿Cómo te ves de acá a 10 años en tu profesión? 

Voy a ser gastronómico hasta el día que me muera. Me voy a ir con las botas puestas. Voy a seguir abriendo bares y restaurantes, ¡cosa que me hace muy feliz!

  1. ¿Por qué crees que la gente va a los bares? 

Los bares se volvieron una necesidad fisiológica del ecosistema de cada ciudad. Es el primer lugar donde la gente se descomprime después de un día en la oficina o laburo. Te juntas con amigos, parejas, extraños, etc.

La gente ríe, charla, llora y se enamora en un bar. Son el mejor caldo de cultivo para ideas y sueños. La virtualidad no logra eso. Un bar te deja olvidarte de la vida por un rato, conocer gente y vivir momentos mágicos. 

  1. Por último, una anécdota o experiencia inolvidable como bartender 

En una barra encontré quien quería ser. Me dio un propósito y me hizo enamorarme de mi profesión. No tengo más que palabras de agradecimiento hacia mi profesión. Me dio amigos, novias, clientes y colegas. Yo podría haber elegido ser cocinero, sommelier o trabajar en el salón con mi familia, pero preferí la barra. 

Si sos cocinero, trabajas en una cocina y por más que cocines como los dioses, generalmente, no tenes contacto con el cliente.  Si sos Sommelier, recomendás vino pero no sos vos el que lo hace. Si trabajas en el salón, pasa algo parecido. Pero en la barra es la única posición dentro de la gastronomía donde creas, preparas, recomendas y servís. Todo eso lo haces con el cliente enfrente. Sos el primero en ver una sonrisa cuando toman el primer trago del cóctel que preparaste ¡Eso no tiene precio!